lunes, 6 de marzo de 2017

La mejor democracia que el dinero puede comprar

En el año 2010 la compañía norteamericana de relaciones públicas Murray Hill Inc. lanzó una pieza para televisión, publicada en el sitio web de su campaña electoral, que afirmaba:
"Hasta ahora los intereses corporativos han sido la fuerza detrás del Congreso", sin embargo "nunca podemos estar absolutamente seguros de que (los congresistas) trabajaran para nosotros. Es nuestra democracia. Nosotros la compramos. Nosotros la pagamos y vamos a mantenerla (…) Es el momento de ponernos detrás del volante nosotros mismos. Vote por Murray Hill para el Congreso, para tener la mejor democracia que el dinero pueda comprar", concluye el narrador mientras la bandera de las barras y las estrellas flamea de fondo.




Este sincericidio, tan políticamente incorrecto como verdadero, causó tal revuelo en la acartonada opinión pública estadounidense,  que la compañía debió salir a aclarar que todo había sido una espectacular broma, mientras sus voceros transpiraban y sonreían incómodamente.
Lo que Murray Hill Inc. planteaba es lo que el periodista argentino Horacio Verbitsky denominó, hace algunos años ante la posibilidad de que el Ingeniero Mauricio Macri & Co. llegaran a la cima del  poder político de la Argentina: “El país atendido por sus propios dueños”.
Debemos admitir que la democracia argentina, con todas sus particularidades, ha logrado lo que las elefantiásicas corporaciones yanquis no han podido blanquear en su país. Así es, señoras y señores, los CEOs de las principales corporaciones se han puesto al volente de este maltratado vehículo llamado Argentina, con el consentimiento de las urnas. Esto es, lisa y llanamente: eliminar al intermediario.
No es casual que el Pro, desde siempre, haya tenido un discurso marcadamente anti-política, haciendo hincapié en las virtudes de la asepsia ideológica y la supuesta eficiencia casi robótica de los ejecutivos y CEOs del sector privado, ahora devenidos en funcionarios públicos.
Lo que muchos notamos (algunas veces, la justicia también) y señalamos como “conflictos de intereses” de ser juez y parte, de atender de ambos lados del mostrador, o como lo han denominado los mismos norteamericanos: “puertas giratorias”; no es más que la consecuencia natural de la llegada de los eternos beneficiarios de las riquezas del Estado, al Estado.



El eterno espejismo de la burguesía nacional


Cuenta la historiografía moderna de nuestro país, principalmente desde la constitución del Estado Nacional tal como lo conocemos hoy, que la denominada “burguesía nacional” NUNCA creyó totalmente, que deberíamos ser un país libre y soberano, y en consecuencia siempre ha tenido lo que podríamos denominar “culpa de origen”: Saben que nacieron en este (para ellos) patético país tercermundista, pero sienten que solo fue por mala suerte. Este país siempre les ha parecido inviable y berreta. Y desde siempre han tenido la certeza de que para lo único que les pude servir esta gran porción de territorio en el culo del mundo, es para servirse de él a su antojo. Siempre se podrá rapiñar algo, pero las ganancias las mandan al exterior. Algo así como el vampiro que mantiene viva a su víctima para poder succionar sangre fresca, pero lo suficientemente grogui como para que no ofrezca resistencia.  
El Estado Nacional moderno lo creó  nuestra burguesía a su imagen y semejanza, a finales del siglo XIX, y cuando insinuaba tener alguna identidad que les era incómodo, recurrían a su brazo armado para que tomaras las riendas y encausara la situación a cañonazos, bombardeos, torturas, desapariciones, asesinatos, y una interminable pero terrible seguidilla de etcéteras.
La novedad de los tiempos que corren es que gran parte de esta burguesía nacional, ha salido de atrás del telón, dejando a las marionetas con la mirada en cualquier parte y una postura estática, y se muestra en pleno escenario. Por supuesto que no plantearon frontalmente, como sus colegas estadounidenses, "Vote Grupo Macri"; tuvieron que inventarse un RELATO de “cambio”, de “si se puede”,  de “pobreza cero”, de “fin de la corrupción” y mucho más. Porque, como dije en algún escrito anterior, todo proceso social necesita de un RELATO, y el actual no es la excepción. Que el RELATO se condiga con la realidad, es una historia diferente. Créase o no, con esos argumentos más dignos de las declaraciones de una reina de belleza que de una coalición política medianamente respetable, consiguieron el voto de la mayoría...
Es triste ver que hemos caído otra vez en una trampa. Otra vez, la gran mayoría de mis compatriotas han sido víctimas de la falta de memoria, del discurso tilingo y reaccionario de los grandes medios de comunicación, de  nuestra propia ignorancia… Otra vez nos han convencido de que, salvo esa burguesía nacional que ha hechos fortunas inverosímiles a costa de del Estado (de todos nosotros), no nos merecemos nada bueno… Somos un colectivo social de cuarenta y tantos millones con tendencias suicidas, que vivimos boicoteándonos las salidas, instigados por este uno por ciento de privilegiados que nos pide, con una cuota de cinismo muy pocas veces vista, otro gran esfuerzo, mientras saborea otro trago de un Martini seco, con el rostro al sol, tendido en un sillón de una mansión en Villa La Angostura.            
           





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