martes, 14 de octubre de 2014

Controlame y decime imberbe!!!


Según la teoría de Jean Piaget, el desarrollo cognitivo de los niños se da entre los 0 y 15 años. Y él los dividió en 4 “Estadios”: Sensomotor (de 0 a 2 años), Pre Operacional (de 2 a 6 años), Operacional Concreto (de 6 a 12 años) y el Operacional Formal (de 12 a 15 años). Lugo se desarrolla la adolescencia hasta que el sujeto llega a la edad (psicológicamente) adulta. Hoy hay mucha controversia sobre cuando termina la adolescencia en realidad…

Por supuesto que durante las etapas de la niñez y la adolescencia, necesitamos de los adultos que no “enseñen” cuál es la mejor manera de recorrer el gran desafío de crecer; y si es con el ejemplo, mucho mejor.
Supongamos, en una comparación absolutamente paracaidista y aventurada, que las sociedades somos una especie de “sujeto colectivo”. Como tal, deberemos pasar, desde nuestra concepción hasta la adultez social, por todos los estadios y proceso que hemos descripto, sabiendo a ciencia cierta que los tiempos cronológicos de los cambios sociales son mucho más extensos que los de cualquier subjetividad individual.

Si así fuera: ¿En qué edad nos ubicaríamos?

El lamentable y doloroso incidente de tránsito que ocurriera el pasado domingo 12 de octubre, donde perdieron la vida 7 personas (algunas menores de edad), a pocos kilómetros de la vecina ciudad de Victoria (Entre Ríos), nos da una pauta de cuál puede ser la respuesta aproximada a aquella pregunta. Nuestra reacción como colectivo social habla por sí sola.

En su obra “Leviatán” (1651), Thomas Hobbes da el nacimiento teórico a lo que hoy tanto se habla, y muchos no saben muy bien qué es: el “Contrato Social”. Y que nos es ni más, ni menos, que la base de nuestras Naciones Estado, donde se da por sentado que todos los ciudadanos ponemos en manos del Estado, con derechos y obligaciones, la autoridad. Fundamentalmente se parte de la premisa que sin una autoridad (Gobierno), los hombres y mujeres nos mataríamos unos a otros, y la vida en sociedad sería un caos…

Muy bien. Dicho esto, y volviendo al razonamiento y pregunta iniciales, podemos decir que somos un “sujeto social” que vive exigiendo que lo controlen. Parece ser que no se nos ha ocurrido ponernos los pantalones largos como sociedad, y exigimos a “Papá Estado” que nos ponga guardia personal e individual, porque solitos somos un desastre. Gritamos por más Policías, por más cámaras, por más prohibiciones… Si por algunos fuera, la mitad de la población debería ser Policía, para vigilar a la otra mitad (¿Y quien vigilaría a la policía? mmm...). Nos da vértigo que “Papá Estado” nos dé permiso para que, por ejemplo, nos casemos con otra persona del mismo sexo, o para brindar información sexual en las escuelas porque NO la recibimos en nuestras casas… En definitiva: cuando nos suelta la mano por un ratito, para ver cómo nos arreglamos solitos con algunas cuestiones cotidianas. Y hacemos un berrinche, poniendo el grito en el cielo, por semejante irresponsabilidad…

Aclaro, para los suspicaces, que ni remotamente estoy desligando al Estado de sus obligaciones para con los ciudadanos. Solo estoy proponiendo que, de una vez por todas, tengamos el valor de mirarnos en el espejo como sociedad, y nos banquemos nuestro crudo reflejo.         



Otra característica que tenemos muy marcada es que “la culpa siempre es del OTRO”. Para eso constantemente fabricamos OTREDADES que nos sirvan de chivo expiatorio: Los jóvenes, los negros, los pobres, los políticos, los que usan el pelo largo, los extranjeros, los homosexuales, los que usan gorra, los que usan tatuajes, e infinidad de etc.

Irónicamente, cuando “Papá Estado” no cumple con sus ineludibles deberes de brindarnos salud y educación digna, de asegurarnos un nivel de vida decoroso a TODOS, de resguardarnos para que no nos intoxiquen el ambiente; en vez de enfrentarlo y cantarle nuestras verdades a la cara, corremos a los brazos del “tío cuarto poder” (medios de comunicación tradicionales o redes sociales) y hacemos otro berrinche, una catarsis estéril y siempre anónima, que no soluciona ni conduce a nada.

Más allá de que no se ha determinado fehacientemente cuales fueron las causas del siniestro vial, ocurrido en la ruta 26, llegando a Victoria, que costó la vida a siete personas; si sabemos que seis de ellas volvían de una fiesta de disfraces acontecida en nuestra localidad. Por lo menos una no llevaba puesto el cinturón, porque los automóviles no cuentan con seis de estos implementos de seguridad. Se determinó que la mala maniobra fue ejecutada por el automóvil que volvía a Victoria de la mencionada fiesta. El conductor de este vehículo era un hombre de 32 años de edad. No podemos aseverar mucho más que eso. Seguramente las pericias arrojarán más detalles de los que pasó (niveles de alcohol en sangre, testimonio de sobrevivientes, etc.) Aun con este cuadro de situación, muchos (demasiados) sostienen que la culpa la tiene la falta de controles… (¿?)

Evidentemente somos “hijos del rigor”. Nos  han educado así desde la más tierna infancia: en casa, en la escuela, en la Iglesia. Hacemos lo que se debe solo por temor al castigo; no porque somos conscientes de que es lo mejor para respetar el “contrato social”. Poner en riesgo nuestra vida y la de los demás, parece no importarnos si “papá Estado” no está para retarnos. Sabemos perfectamente lo que se debe hacer, pero si nadie nos da un coscorrón para que lo hagamos, no los hacemos. Sabemos perfectamente lo que es correcto, pero si no está el ojo vigilante y castigador, no lo hacemos. Estamos condenados a la vigilancia perpetua.

Con semejante comportamiento social: ¿Dónde creen ustedes que nos ubicaría Piaget?

1 comentario:

Anónimo dijo...

excelente! algunos jovenes pensamos que lo dicho en la nota es sentido comun, hasta que nos damos cuenta que tal cosa no existe. el sentido comun seria un super heroe, bendito el dia en que llege a nuestro planeta.