martes, 28 de octubre de 2014

Lunes 27: Mataron a Priscila

(Por Noe, docente de Paraná) 


Aula. En el “Libro de temas”, tema del día: Mataron a Priscila. Actividades: discutimos sobre la violencia estructural hacia las mujeres. Ayer nos enteramos de que a Priscila (buscada desde el viernes) la mataron. En San Benito, una ciudad vecina a Paraná. La misma localidad de donde se llevaron a Fernanda Aguirre hace 10 años, aun desaparecida.



Los alumnos estaban sensibilizados por el hecho. Fue tema del día desde las primeras horas de la mañana, en los dos turnos, tres cursos y dos salas de profesores por las que pasé.




“¿Quién fue?” “¿porqué lo hizo?” “¿Qué tienen en la cabeza estos tipos profe?” “¿Qué hacemos ahora?”
Arranca el segundo turno. Victor Heredia canta el himno, durante el izamiento de la bandera. Sus alaridos se fosilizan en miradas extraviadas, cuerpos abatidos por el calor, la rutina y el (patriótico) ritual de cada día.



Es mi primer año como docente. Este año los programas de cátedra los llené de nombres e historias que creo necesitamos, como sociedad, sacar a la luz todo el tiempo: Luciano Arruga, Mariano Ferreyra, Jorge Julio Lopez, los estudiantes platenses que se llevaron en “la noche de los lápices”, Natalia Gaitan, Marita Verón, Fernanda Aguirre, Melina Romero, los estudiantes mexicanos de Ayotzinapa. 
Siempre me pregunto ¿cómo presentar estas historias? ¿Cómo hablar de ellas para que sean motivo de nuevas palabras? ¿Cómo transformarlos en “excusas” para volver a hablar, para pensar? Los estudiantes escuchan, leen, discuten. No existen “trastornos de atención” o “problemas conductuales” cuando se habla de la vida cotidiana, nuestra o de otros jóvenes.
Porque con la cana garantiza la trata, desoye denuncias impunemente, con la “justicia” duerme causas y con una sarta de secretarías miente para dar la sensación de que “hay donde acudir”. Pero solo las mujeres que la sufrimos o vivimos de cerca, sabemos que para nosotras no hay nada más que silencio y más violencia. Que deambulamos oficinas sin respuestas. Y después nuevamente al infierno.
Volvimos de Salta llenas de historias de lucha, experiencias de organización, fuerzas. Más todo eso no evita el shock del espanto, la desolación. Sin embargo acá estamos, hoy es lunes y mataron a Priscila, acá cerquita… “qué hacemos profe?”



Hoy hablamos de Priscila Hartman. Conceptos, prejuicios, experiencias personales y explicaciones del “sentido común”, se mezclaron en un barullo abriéndonos paso ante el espasmo que deja la muerte cuando pasa “rozando”. Priscila era sobrina de una compañera de trabajo y amiga de una alumna.
Preparé la clase pensando en las mujeres que conozco y quiero. Con las tripas revueltas y las horrorosas cifras del feminicidio en Argentina anotadas en el cuaderno. Es complicado para una profesora de media combatir al periodismo tipo Gelblum, a Tinelli, a los mandatos familiares, a la poderosa “enseñanza de la calle” donde a la mujer “hay que enseñarle el respeto” (a los golpes). ¿Cómo desenmascarar este sistema de relaciones sociales en que vivimos, basado en la opresión de las mujeres y con un conjunto de instituciones que nos preparan para aceptarlo silenciosamente como lo más natural del mundo (familia, Iglesia, medios de comunicación, - lamentablemente- la misma escuela, el Estado, etc)?
Mis “dilemas pedagógicos” hoy tuvieron una dura respuesta. Lúcida y terrible como los relatos que vienen del horror: “que es una gran impotencia, que las mujeres tenemos que vivir con miedo. De que nos secuestren para la trata, o nos violen o nos maten. Sinceramente lo pienso y no lo creo. No esperábamos este final. Y lo peor de todo es que nadie hace nada. Nosotros nos movilizamos y ellos la buscaron (después de 48hs donde pudieron haberla encontrado con vida, o evitar que la saquen del país si era la trata). La encontraron. Ahora qué? Sabemos que las penas son mínimas, que con una fianza salen. Y la cárcel de qué les sirve? Acumulan resentimiento y salen a hacer lo mismo. Pero todos acusan a las mujeres. Por cómo nos vestimos, porque salimos. Siempre la culpa la tiene la mujer. Porque no se da cuenta a tiempo, porque no se va de la casa antes (como si fuera tan fácil, más aun cuando hay hijos, siendo muchas veces tu marido el que no te deja trabajar). Porque se la buscó. Porque es puta. Porque por todo somos putas. Siempre las mujeres tenemos la culpa. Que bronca!” (amiga de la víctima).
Hace menos de un mes, miles de mujeres nos manifestamos, en las calles de Salta, denunciando al Estado como responsable fundamental del feminicidio. 
Más ruido, eso deberíamos hacer.

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