Con motivo de la realización, una vez mas, de la colecta anual de Cáritas, transcribo (completa) la nota publicada en el Nº 967 de la Revista ANÁLISIS, del jueves 17 de mayo pasado.
La intención es, desde luego, poner sobre el tapete la actitud hipócrita de una institución que se adjudica la representación de Dios en la tierra. El sinismo con que han publicitado su famosa colecta indigna.
Felipe Díaz Gorosterrazú
Si la Iglesia Católica pagara impuestos, sería el mejor contribuyente de Entre Ríos. El mapa eclesiástico está dividido en tres diócesis: Paraná, Concordia y Gualeguaychú, donde se asientan 118 parroquias, con 281 sacerdotes. Sin embargo, en los registros inmobiliarios, la Iglesia tiene 995 propiedades en toda la provincia. El Arzobispado de Paraná es dueño de 573 propiedades; el Obispado de Concordia, de 250, y el de Gualeguaychú de 168 inmuebles. Allí se incluyen templos, casas, terrenos, locales comerciales y campos. Uno de los campos más grandes de la Iglesia se sitúa en la zona de Crucesitas, departamento Nogoyá, donde se siembra soja. La Curia no hace la siembra directamente sino que arrienda el campo a agricultores. Los bienes de la Iglesia abarcan también vehículos. En la provincia hay 217 rodados –entre autos, combis y colectivos– para 282 curas, que también están exceptuados de pagar el correspondiente impuesto.
Por Jorge Riani
“Dad al César lo que es del César, dad a Dios lo que es de Dios”. En la Iglesia Católica los asuntos del alma y los de la tierra suelen aparecer fuertemente vinculados. Las almas no se mensuran, pero las propiedades están perfectamente registradas. Para la Iglesia los servidores pueden ser voluntariosos muchachitos de pechera amarilla que asisten a los feligreses en cada evento masivo, pero también pueden ser las computadoras donde se almacenan el millar de inmuebles que nutren sus riquezas terrenales tan sólo en esta provincia.
En efecto, en Entre Ríos la Iglesia tiene registradas 995 partidas de inmuebles, que incluyen los templos, pero también las casas, campos, granjas, salones comerciales, terrenos baldíos que han recibido en concepto de donaciones. Y en poder de la misma Iglesia Católica hay en territorio entrerriano 217 vehículos, entre autos, combis, colectivos y algún camión que necesiten para los insondables recodos de la obra pastoral.
Nada de eso paga impuesto. Si la Iglesia Católica fuera un contribuyente más, sería el más importante del fisco entrerriano. Pero en un país donde hasta una madre desocupada paga el 21 por ciento de impuesto en el litro de leche que compra para su hijo, la bi-milenaria institución no tributa.
Sin embargo, figuran en los registros catastrales, de propiedad e impositiva, aunque inmediatamente en el casillero correspondiente a calidad de contribuyente aparezca, cada vez, la palabra “exento”.
Esa prerrogativa se llama “gasto tributario”. El gasto tributario puede definirse como los ingresos que el Estado deja de percibir al otorgar concesiones tributarias que benefician a contribuyentes o sectores.
Por ejemplo, cuando un gobierno quiere beneficiar a alguna actividad comercial, puede otorgar la exención de impuestos. En el caso de la Iglesia, como en otros credos reconocidos por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Cultos, todo es exención.
La liberación del compromiso de tributar que tiene la Iglesia es materia de controversia y debates permanentes en todo el mundo.
Ahogada en una profunda crisis económica, el gobierno italiano intentó recientemente levantar la exención del pago de tasas municipales a los inmuebles eclesiásticos y sólo en ese concepto, el fisco de la península esperaba sumar unos 700 millones de euros al año. Tras anunciar que la Iglesia acompañaría el ajuste general, el primer ministro Mario Monti fue invitado por Benedicto XVI a asistir al Vaticano y tras un encuentro privado las pretensiones oficiales fueron abandonadas. Así, el Papa terminó bendiciendo las políticas neoliberales de Monti y aseguró que su Iglesia continuará sin pagar impuestos.
En la base de datos del gobierno de Entre Ríos, las partidas de esa misma Iglesia están todas registradas. Pero en el inventario de los “gastos tributarios” (es decir de los que no pagan con debida autorización estatal) sólo figura una pequeña parte de los bienes terrenales de la Iglesia.
Aunque los registros están desactualizados. Para conocer los números reales y los registros oficiales, hay que empezar por decir que la Iglesia Católica aparece como titular de tan sólo tres inmuebles rurales exceptuados por valor de 4.603,70 pesos, mientras que otras instituciones religiosas tienen seis propiedades. En el impuesto para propiedades sub-rural tiene 12 propiedades por un monto de 12.772,60 pesos de impuestos exceptuados, y en zona urbana 155 propiedades por 71.337,90 pesos de impuestos exceptuados. Sin embargo, esas cifras “son prehistóricas”, según dijo a ANÁLISIS una fuente de la esfera pública. Y está en cierto. Sólo de comparar esos valores y esa cantidad de parida con el registro de contribuyentes de Rentas de Entre Ríos se advierte que la base de “gastos tributarios” está desactualizada.
“Dad al César lo que es del César, dad a Dios lo que es de Dios”. En la Iglesia Católica los asuntos del alma y los de la tierra suelen aparecer fuertemente vinculados. Las almas no se mensuran, pero las propiedades están perfectamente registradas. Para la Iglesia los servidores pueden ser voluntariosos muchachitos de pechera amarilla que asisten a los feligreses en cada evento masivo, pero también pueden ser las computadoras donde se almacenan el millar de inmuebles que nutren sus riquezas terrenales tan sólo en esta provincia.
En efecto, en Entre Ríos la Iglesia tiene registradas 995 partidas de inmuebles, que incluyen los templos, pero también las casas, campos, granjas, salones comerciales, terrenos baldíos que han recibido en concepto de donaciones. Y en poder de la misma Iglesia Católica hay en territorio entrerriano 217 vehículos, entre autos, combis, colectivos y algún camión que necesiten para los insondables recodos de la obra pastoral.
Nada de eso paga impuesto. Si la Iglesia Católica fuera un contribuyente más, sería el más importante del fisco entrerriano. Pero en un país donde hasta una madre desocupada paga el 21 por ciento de impuesto en el litro de leche que compra para su hijo, la bi-milenaria institución no tributa.
Sin embargo, figuran en los registros catastrales, de propiedad e impositiva, aunque inmediatamente en el casillero correspondiente a calidad de contribuyente aparezca, cada vez, la palabra “exento”.
Esa prerrogativa se llama “gasto tributario”. El gasto tributario puede definirse como los ingresos que el Estado deja de percibir al otorgar concesiones tributarias que benefician a contribuyentes o sectores.
Por ejemplo, cuando un gobierno quiere beneficiar a alguna actividad comercial, puede otorgar la exención de impuestos. En el caso de la Iglesia, como en otros credos reconocidos por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Cultos, todo es exención.
La liberación del compromiso de tributar que tiene la Iglesia es materia de controversia y debates permanentes en todo el mundo.
Ahogada en una profunda crisis económica, el gobierno italiano intentó recientemente levantar la exención del pago de tasas municipales a los inmuebles eclesiásticos y sólo en ese concepto, el fisco de la península esperaba sumar unos 700 millones de euros al año. Tras anunciar que la Iglesia acompañaría el ajuste general, el primer ministro Mario Monti fue invitado por Benedicto XVI a asistir al Vaticano y tras un encuentro privado las pretensiones oficiales fueron abandonadas. Así, el Papa terminó bendiciendo las políticas neoliberales de Monti y aseguró que su Iglesia continuará sin pagar impuestos.
En la base de datos del gobierno de Entre Ríos, las partidas de esa misma Iglesia están todas registradas. Pero en el inventario de los “gastos tributarios” (es decir de los que no pagan con debida autorización estatal) sólo figura una pequeña parte de los bienes terrenales de la Iglesia.
Aunque los registros están desactualizados. Para conocer los números reales y los registros oficiales, hay que empezar por decir que la Iglesia Católica aparece como titular de tan sólo tres inmuebles rurales exceptuados por valor de 4.603,70 pesos, mientras que otras instituciones religiosas tienen seis propiedades. En el impuesto para propiedades sub-rural tiene 12 propiedades por un monto de 12.772,60 pesos de impuestos exceptuados, y en zona urbana 155 propiedades por 71.337,90 pesos de impuestos exceptuados. Sin embargo, esas cifras “son prehistóricas”, según dijo a ANÁLISIS una fuente de la esfera pública. Y está en cierto. Sólo de comparar esos valores y esa cantidad de parida con el registro de contribuyentes de Rentas de Entre Ríos se advierte que la base de “gastos tributarios” está desactualizada.
“Ni en
Dirección General de Rentas, ni ahora en la Administradora Tributaria de Entre
Ríos se pone tanto esfuerzo en actualizar datos sobre contribuyentes
exceptuados de pago. Casi no tiene sentido frente a tantas otras cosas que hay
por hacer”, explicó la fuente consultada. En otras palabras: ¿Para qué actualizar
la base de datos de la Iglesia si igual no se le va a cobrar? Pero esta revista
lo consiguió y los números reales se incluyen en los siguientes párrafos.
Un llavero gigante
En su representación iconográfica, San Pedro
aparece con las llaves del cielo. ¿Qué tan grande debería ser el llavero que
contenga las llaves de cada propiedad de la Iglesia entrerriana?
Par tomar en cuenta, el registro de
contribuyentes –que así está actualizado como trámite necesario para la
exención- la Iglesia Católica tiene 995 propiedades, Una sola está a nombre de
la Iglesia Católica Argentina. El resto se divide entre tres propietarios:
Arzobispo de Paraná, Obispo de Concordia y Obispo de Gualeguaychú.
*El Arzobispo de Paraná tiene 573 propiedades
divididas así: una en Villaguay, una en Rosario del Tala, tres en Federal,
nueve en Victoria y 38 en Villaguay, las restantes 521 propiedades en el
departamento Paraná.
*El Obispo de Concordia registra, en toda su
jurisdicción, 250 propiedades. De ese dos y medio centenar, 41 están en el
departamento Colón, 68 en federación, una en Paraná (pese a que no corresponde
a la jurisdicción) 28 en Federal, 7 en San Salvador y 105 en Concordia.
*El Obispo de Gualeguaychú tiene 168
propiedades así distribuidas: 8 en Gualeguay, 11 en Islas, 36 en Tala, 21 en
Concepción del Uruguay, 14 en Victoria y 79 en Gualeguaychú.
Hay que decir que esas partidas no siempre
coinciden con el lugar de asentamiento, aunque si la mayoría de las veces. Eso
explica por ejemplo que no haya registro de Diamante, por caso, o Nogoyá, donde
la Iglesia tiene campos. Es posible que las partidas de esos lugares figuren
como Paraná.
También vale aclarar que las 995 propiedades
que tiene la Iglesia romana incluyen las parroquias, pero estas solo suman 118
en las tres diócesis en que está dividido el territorio entrerriano.
La planta automotriz de la curia es importante
en Entre Ríos. En total hay 217 vehículos anotados a nombre de la Iglesia
Católica que, como tal, no pagan impuestos. La diócesis de Paraná tiene 181
curas y 129 autos. La diócesis de Gualeguaychú tiene 56 curas con 69 vehículos.
Una situación extraña porque implica que habría mas de un auto por sacerdote,
aunque hay que aclarar que esa cifra comprendería a rodados a cargo de monjas y
otros religiosos. En tanto la diócesis de Concordia tiene 45 curas y 19 autos
registrados.
Entre Ríos es un puntito en el mapa donde la
Iglesia tiene presencia constante y sonante. El recientemente fallecido
periodista Héctor Ruiz Núñez escribió en “La cara oculta de la Iglesia”:
“Cuando en el año 754, Pipino El Breve donó al Papa Esteban II los territorios
italianos conquistados, fundó el Estado pontificio y dio origen al poder
temporal de la Iglesia. Desde ese episodio fue creciendo el patrimonio
eclesiástico hasta alcanzar magnitudes que apabullaron a los propios reyes. El
poder fuertemente centralizado y una administración sabia para su tiempo,
produjeron una de las potencias económicas mas formidables que ha conocido la
historia. La filosofía romana del derecho de propiedad: ius utendi et abutendi
(derecho a usar y abusar), fue incorporada a la doctrina religiosa”.
Con sotanas y coronita
Por estos días la Cámara de Diputados de la Nación se
dispones a modificar el Código Civil. Sin embargo poca voluntad se ha expresado
para poner punto final a un privilegio con que cuenta la Iglesia Católica sobre
cualquier otro culto al definir, en el texto imperante, qué y cual son las
personas jurídicas de carácter público. En el artículo 33, se indica tan solo
tres grupos de personas jurídicas de carácter público: 1) El Estado Nacional,
las provincias y los municipios; 2) La entidades autárquicas; 3) La Iglesia Católica.
Algunas organizaciones laicistas propugnan la modificación
al artículo; ahora que el Código Civil está siendo revisado piden que se
suprima el privilegio de ser nombrado como única persona jurídica de carácter
público por fuera de las esferas estatales. La Coalición Argentina por un
Estado Laico considera que al culto con sede central en Vaticano “se le otorga
un status excepcional en nuestro marco jurídico con beneficios comparables a
cualquier institución del Estado, y eso hace, por ejemplo, que sea
inembargable.”
El “detalle” de incorporar a la Iglesia en la nómina
de personas de carácter público corresponde al dictador Juan Carlos Onganía,
cuyo gobierno de facto avanzó en sentido contrario a la secularización, atacó a
las universidades y entronizó el poder eclesiástico en las esferas oficiales.
Fue su aporte de cursillista a la causa clerical. Desde entonces, la Argentina no
ha podido avanzar en sentido contrario.
Un extenso rosario de privilegios consiguió la Iglesia
Católica luego, durante la sangrienta dictadura de Jorge Rafael Videla. De
entonces data la ley 21.540, del 25 de noviembre de 1977, por la cual se les
asigna una remuneración vitalicia a los arzobispos, obispos y auxiliares
eméritos que “cesen en dichos cargos por razones de edad o de invalidez”,
correspondiente al 70% de la remuneración fijada por un juez nacional de
Primera Instancia. Se hace especial hincapié en el beneficio para los vicarios
castrenses, como el caso del ex Arzobispo de Paraná y ex presidente de la
Conferencia Episcopal Argentina, Adolfo Tortolo, y que bendijo y justificó la
acción represiva, torturas y desapariciones que perpetraron los militares –él
también lo era con cargo de General- entre el 1976 y 1983 en la Argentina.
Casi un año más tarde, puntualmente el 7 de marzo de
1979, con la firma de Videla y el ministro de economía, José Martínez de Hoz,
se aprueba la ley 21.950 que amplía a todos los obispos el pago y lo extiende
al 80% del sueldo de un juez.
Acaso más acorde a la denominación jurídica de una
dictadura, el 6 de octubre de 1980, Videla no emite una ley sino un decreto: el
numero 1991/80 por el cual se les otorga a todos “señores arquidiocesanos,
diocesanos, obispos auxiliares, suplentes de órdenes y congregaciones
religiosas, miembros del clero secular, regular, religiosos y religiosas, que
necesiten viajar al exterior o desde el exterior al país o dentro del
territorio nacional, por rezones de su ministerio.” Los pasajes
correspondientes. No sólo para quienes visten sotanas y hábitos diversos es el
beneficio, también para “laicos que se hayan investido con el sagrado
ministerio, catequistas y a los seglares dirigentes de asociaciones y
movimientos de la Iglesia Católica Apostólica Romana.”
Más tarde Leopoldo Fortunato Galtieri, a cargo del
usurpado Poder Ejecutivo de la Nación, con su firma y la del ministro de
economía, Roberto Alemann, y de Exteriores y Cultos, Nicanor Costa Méndez,
amplió el universo de beneficiarios eclesiásticos: se incluyó en el pago
vicarios capitulares y administradores apostólicos.
Dos meses antes de que se pusiera punto final a la dictadura,
el 14 de octubre del 1983 Reinaldo Bignone determinó la cesión de más dinero
para la Iglesia. Así, la ley 22.950 establece que “el gobierno nacional
contribuirá a la formación del clero diocesano, para lo cual los señores
obispos residenciales o quienes hagan canónicamente sus veces percibirán en
concepto de sostenimiento mensual por cada alumno de nacionalidad argentina del
seminario mayor perteneciente a la propia jurisdicción eclesiástica, el
equivalente al monto que corresponda a la categoría 10 del escalafón del
personal civil de la Administración Pública Nacional.”
Sueldos y diezmos
Los curas no cobran
sueldo. Sí lo hacen los obispos jubilados, con haberes que hoy alcanzan los
16.000 pesos mensuales. Sin embargo, el Estado entrerriano paga decenas y
decenas de sueldos para sacerdotes católicos que desempeñan su actividad
pastoral en espacios públicos.
Por ejemplo, los curas que
atienden en hospitales, cárceles y otros espacios estatales, cobran. Eso sin
contar las escuelas y colegios privados que conforman una red de entidades
paralelas que constituyen el 25% del total de los cargos que solventa el erario
público en materia de educación: a los 324.640 alumnos, 82.748 van a escuelas
religiosas y allí aporta sus fondos el Estado entrerriano.
La transferencia de fondos
provinciales a las escuelas religiosas constituye el mayor ingreso con destino
a la Iglesia.
La institución
eclesiástica no paga ningún impuesto. Ni nacional, ni provincial, ni tasas
municipales.
En el Código Fiscal de
Entre Ríos, que establece todo tipo de disposiciones tributarias en la
provincia, se fijan los objetos afectados al pago de impuestos: bienes
inmuebles, automotores, sellos (que cobra sobre actos y contratos). La Iglesia
no paga ninguno de los tres.
Aunque en el texto queda
debidamente expresado que se exceptúa del pago de tributo a “inmuebles de las
instituciones religiosas reconocidas cuando fueran destinados al cumplimiento
de sus fines específicos”, la Iglesia no tributa en muchos de ellos aun cuando
comercia con esos espacios.
A principios de años, la
Iglesia Adventista del Plata intentó acogerse a los beneficios que prevé el
Código Fiscal, pero una oportuna observación de la entidad recaudadora del
gobierno distinguió aquellos bienes –inmuebles y autos- destinados a fines
específicos del culto de los que estaban afectados al Sanatorio Adventista o a
la fábrica de alimentos naturales marca Granix, de la Iglesia Adventista del
Séptimo Día, y a esto último les emitió boletas de cobro de impuestos.
Pero no se midió con el
mismo criterio a la Iglesia Católica, en cuya órbita gira la abadía que los
monjes benedictinos poseen en Victoria. En una de las colinas de la bellísima
ciudad de Victoria, los monjes explotan un tambo, fabrican licor, elaboran miel
y jalea, dulce de leche y quesos con las exenciones de las que goza la
bimilenaria institución de Romaen nuestra provincia.
El dinero del Estado
argentino y el entrerriano aportan al clero es incalculable. No hay un estudio detallado.
Cuando se indaga en los cuadros presupuestarios, los cargos creados para
sacerdotes se licúan con los de empleados estatales, policías, docentes o
cualquier otro agente público, por decir solo un rubro que absorbe fondos
públicos desde la Iglesia.
Pero existen también las
donaciones desde el Estado, los subsidios, las becas, los aportes del tesoro
estatal, la cesión de terrenos por parte del Estado entrerriano sostenido a lo
largo de la historia.
El Arzobispo de Paraná fue
uno de los grandes beneficiados del festival de Aportes del Tesoro Nacional
–los conocidos ATN- con los que el neoliberal peronista Carlos Menem solía
quedar tan bien a lo largo y ancho de la Argentina.
Y así enormes cantidades
de bienes. Por ejemplo, el gobernador Sergio Montiel cedió el edificio de la
Escuela de las Hermanas Mercedarias del Niño Jesús a la Iglesia, ubicada en la
valiosa esquina paranaense de las calles Carbó y Arturo Illia. Era del Estado
provincial y ahora es del Arzobispado de Paraná.
Los gobernadores Mario
Moine, un confeso católico practicante, Jorge Busti y Sergio Urribarri también
tuvieron esa tendencia de excelente relación con el poder eclesiástico,
traducido en cesión de fondos públicos y bienes a la órbita eclesiástica.
Un estudio planetario dio
cuenta dio cuenta de que la Iglesia recibe hasta 100.00 donaciones anuales.
Entre Ríos, ese puntito en el mapa, no es la excepción. Y muchas de esas 995
propiedades en poder de la Iglesia tienen como origen las donaciones. Es que
los religiosos no pueden heredar, ni siquiera de sus padres, los bienes
terrenales. Entonces pasan directamente al haber de la Iglesia.
El estado de celibato y el
voto de pobreza determinan que los bienes que un cura o una monja tengan
derecho a recibir, pasen a engrosar las riquezas terrenales de la Iglesia.
La Iglesia hace valer su derecho
de posesión sobre grandes extensiones que consiguió durante los años de
conquista española a espada y cruz. Hacia 1780, la Iglesia Católica era
propietaria del 65% de las tierras de los virreinatos del Perú y del Río de la
Plata. Y Paraná no era la excepción: el poder clerical era dueño de casi todas
las extensiones que iban desde la barranca hasta lo que hoy es la Plaza
Alberdi, en la capital entrerriana.
Y cuando los esclavos
negros lograron su libertad decretada, se asentaron –se sabe- en los terrenos
lindantes a la Iglesia de San Miguel. La Iglesia no tuvo problemas. Pero cuando
a finales del siglo XIX se abrió la recoleta Alameda de la Federación, los
terrenos se revalorizaron y la Curia entonces posó la mirada de nuevo sobre
esos predios y los hizo valer. Los vendió a buen precio y se aseguró, además,
una permanencia en espacios preferenciales de la capital entrerriana. Así es
como el Arzobispado de Paraná posee, por ejemplo, la soberbia residencia del
obispo en la coqueta zona de las barrancas del Parque Urquiza.
El cobro de diezmo a su
feligresía y las colectas son recursos que quedan en el seno de la Iglesia. El
estado no regula esa relación, y si bien es cierto que el Código Civil próximo
a modificarse –aun incorporando figuras que inquieta a los obispos, como
cuestiones en materia de fecundación,
por ejemplo- se dirige a mantener los privilegios a la Iglesia, por caso en el ya comentado articulo 33, también
cierto es que sí contribuye a evitar que los sacerdotes puedan acceder a
donaciones tan así como así. Eso es para evitar que los curas, que estén muchas
veces en el último suspiro de su vida, transfieran casi mecánicamente sus
bienes a quienes los asisten espiritualmente en el momento decisivo de
despedirse de la vida.
Un millar de propiedades,
mas de dos centenares de vehículos, millones de pesos en donaciones y un
incalculado beneficio en exención impositiva convierten a la Iglesia Católica
en el mas mimado de los credos, en el país de la libertad de culto.
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