domingo, 16 de septiembre de 2012

El lifting de la “civilización o barbarie”


La máxima sarmientina, que aun hoy  no ha sido resuelta, nos llega totalmente remozada y adaptada a este siglo XXI, pero con la urgencia original, que contrasta inexorablemente a la vida y la muerte.
Hoy la cruzada civilizadora nos llega de la mano de las multinacionales que, con avales gubernamentales y del  establishment nacional, nos hablan de progresos tecnológicos que, indefectiblemente, nos catapultarán a un estado de bienestar onírico.
Por lógica contraposición, los que nos oponemos a esta visión híper-edulcorada de la realidad, encarnamos el atraso, “la barbarie”.
El Dr. Rodolfo Terragno (Como para dejar en claro que el lobby pro-industria contaminante  atraviesa a toda la dirigencia política tradicional, mas allá de banderías partidarias)  dejó bien en claro, cuando el debate por la mega-minería copó los medios nacionales para luego desaparecer al mejor estilo Julio López, que: “El capitalismo salvaje, mata; pero el fundamentalismo ecologista, atrasa…”. (Programa Nº 78 de “Bajada de línea”).  Lo dijo como si fuera Neil Armbstrong pisando la luna por primera vez. Me extrañó que a un tipo tan brillante se le haya escapado que, puesto en esos términos, una posible deducción es que el atraso tiene arreglo, la muerte NO.

Algo los une

Es conmovedor, para los que intentamos leer entre líneas, ver que a pesar de tanto desencuentro, el kirchenrismo, el macrismo, los redicales, el socialismo binnerista,  Clarín y La Nación coinciden en algo: El primer mundo nos ha declarado territorio sacrificable para la industria sucia y debemos aceptarlo. Es el roll que nos dieron los dueños del mundo; solo nos queda acatar dignamente y pilotearla lo mejor que se pueda.
Si de las 100 economías más grandes del mundo, 51 son empresas privadas, es solo cuestión de sentido común: ¿Qué pueden hacer los países subdesarrollados, como el nuestro, en contra de empresas que manejan más dinero que el PBI que producimos? Con el agravante que, en la reforma constitucional neoliberal del año 94, se introdujo que los recursos naturales pasaban a manos de las provincias. Si tenemos poco que hacer como país, frente a estas mega-empresas: ¿Se lo imaginan al gobernador Urribarri  tratando de poner un mínimo “pero”, suponiendo que le interesara hacerlo? Aquella reforma no fue casual; sabían que dividiendo el poder de decisión interno, las negociaciones serían como quitarle el chupetín a un gurí.
Es así que, el progreso civilizador hoy se llama mega-minería a cielo abierto, cultivos transgénicos, agro-tóxicos, hidrocarburos no convencionales, etc., etc., etc. Oponerse es ser un bárbaro atrasado.


La desinformación es la clave

El filosofo estadounidense, de origen iraní, Khalil Gibrán escribió alguna vez: “La comodidad, entra en nuestra casas como invitada, y termina por convertirnos en sus esclavos.” Las comodidades que el progreso nos ha proporcionado, nos han esclavizado, de tal manera, que nos cuesta muchísimo, tan solo, pensar en renunciar a las más insignificantes; porque nos han convencido que lo accesorio es imprescindible; que nuestra vida depende de lo superficial.
No nos dicen que el actual sistema de consumo, es un sistema lineal funcionando en un planeta finito. El gobierno nacional lo anuncia como un triunfo, y los medios opositores tratan de minimizarlo porque, en definitiva, la línea de pensamiento es la misma: “La producción de automóviles creció tanto %.” ¿A nadie se le ocurre cuestionar de qué nos sirve seguir rompiendo récords de fabricación de un producto que, ya saturó con creses el mercado nacional, y que funciona con un combustible no renovable que, a mas tardar, en 20 años no existirá? Sin contar la energía que se derrocha para romper estos dudosos records. Perdón, me olvidaba que se viene la salvación del Biodiesel. Tampoco nos informan que una de las “brillantes” soluciones que le encontramos al inminente fin del petróleo, es llenar los tanques del primer mundo, con el alimento del tercer mundo… Fantástico¡¡¡
Tal vez sea hora de que empecemos a considerar que, a los que Sarmiento consideraba barbaros por vivir en armonía con su entorno, eran los verdaderos civilizados. Que el capitalismo, salvaje y consumista, nos mete en un gigantesco embudo, por donde solo pasarán unos pocos para encontrarse con que tanto progreso solo le sirvió a la muerte.   

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