Según la teoría de Jean Piaget, el desarrollo cognitivo de
los niños se da entre los 0 y 15 años. Y él los dividió en 4 “Estadios”:
Sensomotor (de 0 a 2 años), Pre Operacional (de 2 a 6 años), Operacional
Concreto (de 6 a 12 años) y el Operacional Formal (de 12 a 15 años). Lugo se
desarrolla la adolescencia hasta que el sujeto llega a la edad
(psicológicamente) adulta. Hoy hay mucha controversia sobre cuando termina la
adolescencia en realidad…
Por supuesto que durante las etapas de la niñez y la
adolescencia, necesitamos de los adultos que no “enseñen” cuál es la mejor
manera de recorrer el gran desafío de crecer; y si es con el ejemplo, mucho
mejor.
Supongamos, en una comparación absolutamente paracaidista y
aventurada, que las sociedades somos una especie de “sujeto colectivo”. Como
tal, deberemos pasar, desde nuestra concepción hasta la adultez social, por
todos los estadios y proceso que hemos descripto, sabiendo a ciencia cierta que
los tiempos cronológicos de los cambios sociales son mucho más extensos que los
de cualquier subjetividad individual.
Si así fuera: ¿En qué edad nos ubicaríamos?
El lamentable y doloroso incidente de tránsito que ocurriera
el pasado domingo 12 de octubre, donde perdieron la vida 7 personas (algunas
menores de edad), a pocos kilómetros de la vecina ciudad de Victoria (Entre
Ríos), nos da una pauta de cuál puede ser la respuesta aproximada a aquella
pregunta. Nuestra reacción como colectivo social habla por sí sola.
En su obra “Leviatán” (1651), Thomas Hobbes da el nacimiento
teórico a lo que hoy tanto se habla, y muchos no saben muy bien qué es: el
“Contrato Social”. Y que nos es ni más, ni menos, que la base de nuestras
Naciones Estado, donde se da por sentado que todos los ciudadanos ponemos en
manos del Estado, con derechos y obligaciones, la autoridad. Fundamentalmente
se parte de la premisa que sin una autoridad (Gobierno), los hombres y mujeres
nos mataríamos unos a otros, y la vida en sociedad sería un caos…
Muy bien. Dicho esto, y volviendo al razonamiento y pregunta
iniciales, podemos decir que somos un “sujeto social” que vive exigiendo que lo
controlen. Parece ser que no se nos ha ocurrido ponernos los pantalones largos
como sociedad, y exigimos a “Papá Estado” que nos ponga guardia personal e individual,
porque solitos somos un desastre. Gritamos por más Policías, por más cámaras,
por más prohibiciones… Si por algunos fuera, la mitad de la población debería
ser Policía, para vigilar a la otra mitad (¿Y quien vigilaría a la policía? mmm...).
Nos da vértigo que “Papá Estado” nos dé permiso para que, por ejemplo, nos
casemos con otra persona del mismo sexo, o para brindar información sexual en
las escuelas porque NO la recibimos en nuestras casas… En definitiva: cuando
nos suelta la mano por un ratito, para ver cómo nos arreglamos solitos con
algunas cuestiones cotidianas. Y hacemos un berrinche, poniendo el grito en el
cielo, por semejante irresponsabilidad…
Aclaro, para los suspicaces, que ni remotamente estoy
desligando al Estado de sus obligaciones para con los ciudadanos. Solo estoy
proponiendo que, de una vez por todas, tengamos el valor de mirarnos en el
espejo como sociedad, y nos banquemos nuestro crudo reflejo.
Otra característica que tenemos muy marcada es que “la culpa
siempre es del OTRO”. Para eso constantemente fabricamos OTREDADES que nos
sirvan de chivo expiatorio: Los jóvenes, los negros, los pobres, los políticos,
los que usan el pelo largo, los extranjeros, los homosexuales, los que usan
gorra, los que usan tatuajes, e infinidad de etc.
Irónicamente, cuando “Papá Estado” no cumple con sus ineludibles
deberes de brindarnos salud y educación digna, de asegurarnos un nivel de vida
decoroso a TODOS, de resguardarnos para que no nos intoxiquen el ambiente; en
vez de enfrentarlo y cantarle nuestras verdades a la cara, corremos a los
brazos del “tío cuarto poder” (medios de comunicación tradicionales o redes
sociales) y hacemos otro berrinche, una catarsis estéril y siempre anónima, que
no soluciona ni conduce a nada.
Más allá de que no se ha determinado fehacientemente cuales fueron
las causas del siniestro vial, ocurrido en la ruta 26, llegando a Victoria, que
costó la vida a siete personas; si sabemos que seis de ellas volvían de una
fiesta de disfraces acontecida en nuestra localidad. Por lo menos una no
llevaba puesto el cinturón, porque los automóviles no cuentan con seis de estos
implementos de seguridad. Se determinó que la mala maniobra fue ejecutada por
el automóvil que volvía a Victoria de la mencionada fiesta. El conductor de
este vehículo era un hombre de 32 años de edad. No podemos aseverar mucho más
que eso. Seguramente las pericias arrojarán más detalles de los que pasó
(niveles de alcohol en sangre, testimonio de sobrevivientes, etc.) Aun con este
cuadro de situación, muchos (demasiados) sostienen que la culpa la tiene la
falta de controles… (¿?)
Evidentemente somos “hijos del rigor”. Nos han educado así desde la más tierna infancia:
en casa, en la escuela, en la Iglesia. Hacemos lo que se debe solo por temor al
castigo; no porque somos conscientes de que es lo mejor para respetar el “contrato
social”. Poner en riesgo nuestra vida y la de los demás, parece no importarnos
si “papá Estado” no está para retarnos. Sabemos perfectamente lo que se debe
hacer, pero si nadie nos da un coscorrón para que lo hagamos, no los hacemos.
Sabemos perfectamente lo que es correcto, pero si no está el ojo vigilante y
castigador, no lo hacemos. Estamos condenados a la vigilancia perpetua.
Con semejante comportamiento social: ¿Dónde creen ustedes que nos ubicaría Piaget?
1 comentario:
excelente! algunos jovenes pensamos que lo dicho en la nota es sentido comun, hasta que nos damos cuenta que tal cosa no existe. el sentido comun seria un super heroe, bendito el dia en que llege a nuestro planeta.
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