A pedido de Osvaldo Quintana, de la revista "El colectivo" de Paraná, escribí estas pocas lineas sobre lo que fue El Flaco para mi. Se publicó en el N° 35 de esta revista totalmente autogestiva de la capital provincial.
Para mi fue muy fuerte la entrada a la adolescencia. Corría
el año 1982 y, con Malvinas a la cabeza, el rock nacional invadió todo. Yo
contaba con 12 años en mi cuenta personal y mi hermana, dos años mayor, empezó
a poblar la casa con casetes de música extraña, pero cantada en castellano.
Pasé de escuchar “Radio Colonia” con mi viejo, cuando volvía del laburo, a
experimentar el aluvión de artistas prohibidos en los 70 por la dictadura, y
resucitados por los mismos milicos que prohibieron la música en inglés a raíz
del conflicto armado. Pasé de la primaria a la secundaria e ingresé de lleno en
un mundo en ebullición, hormonal y política, con el inminente retorno a la
democracia.
De todas las cintas, que devoraba por el canal auditivo, me
gustaban muchas pero las que movilizaban
un plus en mi interior eran las del blues y el rock un tanto mas duro. Y
ahí entró, por el embudo de mi precoz orejita, una banda “vieja”, pero que
sonaba a recién grabada; esa banda era Pescado
Rabioso. Cuando escuché “Post crucifixión” por primera vez, entendí,
también por primara vez, que en nuestro país había una magma de talento listo
para hacer erupción. ¿Quien se atrevería a discutirme que, si aquel pedazo de
tema hubiera sido parte de la “play-list” de Deep Purple, hoy no sería un
clásico del rock universal? Pero estaba hecho por sudacas…, y de Argentina…, y
en castellano…
También llegó Almendra,
un tanto mas vieja que la anterior, y me gustó. “Muchacha ojos de papel”, “Ana
no duerme”, “Todas la hojas son del viento”, “Plegaria para un niño dormido”,
“Tema de Pototo”; claro que me gustaba pero, en ese momento nunca relacioné una
banda con la otra y, para ser honesto, eran muy distintas en muchos sentidos.
Pero un día fuimos al cine, con todos los imberbes de mis
amigos, porque daban un documental sobre el “B.A. Rock” y ahí hizo su
irrupción, en plena pantalla un tal “Flaco”
Spinetta con su banda: Spinetta Jade.
“Maribel se durmió” estaba bueno pero, en general no me gustó mucho esta nueva
banda: letras fuera del alcance de mi tierna cabeza, y música con “demasiado”
de jazz para el gusto de un púber “demasiado” preocupado en atraer la atención
del sexo femenino. Pero a pesar de eso, supe que ese flaco alargado que apareció
en el celuloide, y que después aparecería muchas veces mas en el programa de
Badía, era el motor de todas estas
bandas que traccionaron al rock nacional desde el año 1967; y que ese flaco de
rasgos faciales filosos, infundía mucho respeto hasta en los que no eran del
palo.
En definitiva: Lo que trato de decir torpemente es que, en
una época clave de mi vida, en el transcurso de poco menos de dos años, el Flaco me dio un paseo por el folk, el
rock duro y el jazz sin que yo me diera por enterado. Por suerte crecí y,
transformada de casete a CD, todo su
arte me estaba esperando sin el más mínimo reproche.
Felipe Díaz Gorosterrazú
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